martes, 15 de julio de 2014

La Semana de Mayo. Revolución de mayo.

    Les dejo la información sobre la Semana de Mayo para que vayan leyendo. Espero que lo hagan, tenemos mucho trabajo para hacer .
     Disfruten la vacaciones nos vemos a la vuelta.


ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Casi simultáneamente en varios países latinoamericanos se produjeron movimientos emancipadores del dominio español. Las causas que llevaron a este desenlace fueron, entre otras:
  • La Independencia de los Estados Unidos de América ocurrida el 4 de julio de 1776. 
  • La Revolución Francesa en 1789 y las nuevas ideas, así como la "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano". 
  • Las ideas de igualdad entre criollos y peninsulares sostenidas por Fray Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Juan de Solórzano, entre otros. 
  • Las ideas de avanzada de patriotas hispanoamericanos como Francisco Miranda y Antonio Nariño.
  • La caída de Fernando VII y la invasión napoleónica en España. 
  • La pobre administración española en las colonias y el sistema de monopolio comercial. 
  • Las Invasiones Inglesas con las que se demostró la ineficacia del sistema político hispano, así como la toma de conciencia del pueblo de su propio poder; la formación de fuerzas criollas, y el apoyo posterior de Inglaterra a las ideas de emancipación. 
  • Las colonias que se consideraban propiedad del rey, producida la caída de éste, cortaban los vínculos con España. 
·                 Agitaciones políticas y reuniones secretas que habían comenzado más de un año antes.
Autor: Felipe Pigna.
Viernes 18

El 14 de mayo de 1810 había llegado a Buenos Aires la fragata inglesa Mistletoe trayendo periódicos que confirman los rumores que circulaban intensamente por Buenos Aires: cayó en manos de los franceses de Napoleón, la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español.

El viernes 18 el virrey Cisneros hizo publicar lee por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: "A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires." El virrey advertía que "en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno" él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente prevenía al pueblo sobre "los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones". A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.

La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la en la jabonería de Vieytes. La misma noche del 18 los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.

Sábado19

Las reuniones continuaron hasta la madrugada del Sábado 19 y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto. Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.

Domingo

El domingo 20 el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó "Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran" y convocó al Cabildo para el día 22 de Mayo. En el "Café de los Catalanes y en "La Fonda de las Naciones", los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la acción

Lunes 21

A las nueve de la mañana se reunió el Cabildo como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la "Legión Infernal" y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los "infernales" no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.

Martes 22

Ya desde temprano fueron llegando los "cabildantes". De los 450 invitados sólo concurrieron 251. También estaba presente una "barra" entusiasta. En la plaza French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue calentando hasta que empezaron los discursos, que durarán unas cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que habiendo caducado el poder real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. El Fiscal de la Audiencia, Manuel Villota señaló que para poder tomar cualquier determinación había que consultar al resto del virreinato. Villota trataba de ganar tiempo, confiando en que el interior sería favorable a la permanencia del virrey. Juan José Paso le dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno.

Casi todos aprobaban la destitución del virrey pero no se ponían de acuerdo en quien debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto el que eligiese una junta de gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.

"Modales"

El debate del 22 fue muy acalorado y despertó las pasiones de ambos bandos. El coronel Francisco Orduña, partidario del virrey, contará horrorizado que mientras hablaba fue tratado de loco por no participar de las ideas revolucionarias "... mientras que a los que no votaban contra el jefe (Cisneros), se les escupía, se les mofaba, se les insultaba y se les chiflaba."

Miércoles 23 

Por la mañana se reunió el Cabildo para contar los votos emitidos el día anterior y emite un documento: "hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de ella que el Excmo. Señor Virrey debe cesar en el mando y recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo (...) hasta la erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. Cabildo, en la manera que estime conveniente. El síndico Leiva, adicto al virrey prepara una maniobra: nombrar una Junta presidida por Cisneros.

Jueves 24 

Se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias "En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: "Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas."

Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.

Así recuerda Cisneros sus últimas horas en el poder:

"En aquella misma noche, al celebrarse la primera sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno de los vocales que alguna parte del pueblo no estaba satisfecho con que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como que en el cuartel de Patricios gritaban descaradamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban pueblo, (..). Yo no consentí que el gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al teniente coronel de Milicias Urbanas Don Cornelio de Saavedra, arrebatándose de las manos de un general que en todo tiempo las habría conservado y defendido con honor y quien V.M las había confiado como a su virrey y capitán general de estas provincias, y antes de condescender con semejante pretensión, convine con todos los vocales en renunciar los empleos y que el cabildo proveyese de gobierno." 

El 25 de mayo de 1810 

Todo parece indicar que el 25 de mayo de 1810 amaneció lluvioso y frío. Pero la "sensación térmica" de la gente era otra . Grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones. Algunos llevaban en sus pechos cintitas azules y blancas, que eran los colores que los patricios habían usado durante las invasiones inglesas.

Pasaban las horas, hacía frío, llovía y continuaban las discusiones. El cabildo había convocado a los jefes militares y estos le hicieron saber al cuerpo a través de Saavedra que no podían mantener en el poder a la Junta del 24 porque corrían riesgos personales porque sus tropas no les responderían. La mayoría de la gente se fue yendo a sus casas y el síndico del Cabildo salió al balcón y preguntó "¿Dónde está el pueblo?". En esos momentos Antonio Luis Beruti irrumpió en la sala capitular seguido de algunos infernales y dijo "Señores del Cabildo: esto ya pasa de juguete; no estamos en circunstancias de que ustedes se burlen de nosotros con sandeces, Si hasta ahora hemos procedido con prudencia, ha sido para evitar desastres y efusión de sangre. El pueblo, en cuyo nombre hablamos, está armado en los cuarteles y una gran parte del vecindario espera en otras partes la voz para venir aquí. ¿Quieren ustedes verlo? Toque la campana y si es que no tiene badajo nosotros tocaremos generala y verán ustedes la cara de ese pueblo, cuya presencia echan de menos. ¡Sí o no! Pronto, señores decirlo ahora mismo, porque no estamos dispuestos a sufrir demoras y engaños; pero, si volvemos con las armas en la mano, no responderemos de nada." Poco después se anunció finalmente que se había formado una nueva junta de gobierno .El presidente era Cornelio Saavedra; los doctores Mariano Moreno y Juan José Paso, eran sus secretarios; fueron designados seis vocales: Manuel Belgrano, Juan José Castelli, el militar Miguel de Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Juan Larrea y Domingo Matheu. Comenzaba una nueva etapa de nuestra historia.

La Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias "Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos."

Para algunos era sólo una estrategia a la que llamaron la "máscara de Fernando", es decir, decían que gobernaban en nombre de Fernando pero en realidad querían declarar la independencia. Pensaban que todavía no había llegado el momento y no se sentían con la fuerza suficiente para dar ese paso tan importante. La máscara de Fernando se mantendrá hasta el 9 de julio de 1816.

Pero los españoles no se creyeron lo de la máscara o el manto de Fernando y se resistieron a aceptar la nueva situación.

En Buenos Aires el ex virrey Cisneros y los miembros de la Audiencia trataron de huir a Montevideo y unirse a Elío (que no acataba la autoridad de Buenos Aires y logrará ser nombrado virrey), pero fueron arrestados y enviados a España en un buque inglés. 
Autor: Felipe Pigna.


LA PRIMERA JUNTA DE GOBIERNO PATRIO
PRESIDENTE: CORNELIO SAAVEDRA
SECRETARIOS: MARIANO MORENO Y JUAN JOSÉ PASO

Cornelio Saavedra

Presidente
Militar


Mariano Moreno
Secretario
Doctor en derecho y Teología

Juan José Paso
Seceretario
Abogado


VOCALES: MIGUEL DE AZCUENAGA – JUAN LARREA – MANUEL BELGRANO – MANUEL ALBERTI -
JUAN JOSÉ CASTELLI – DOMINGO MATHEU

Miguel de Azcuenaga
Vocal
Militar

Juan Larrea
Vocal
Comerciante

Manuel Belgrano
Vocal
Abogado

Manuel Alberti
Vocal
Sacerdote

Juan José Castelli
Vocal
Orador

Domingo Matheu
Vocal
Comerciante

La palabra de los protagonistas

Moreno y la revolución

¿Pretendería el rey, que continuásemos en nuestra antigua constitución? Le responderíamos que no conocemos ninguna; y que las Leyes arbitrarias, dictadas por la codicia para esclavos y colonos, no pueden reglar la suerte de unos hombres, que desean ser libres, y a los cuales ninguna potestad de la tierra puede privar de aquel derecho.
Gaceta de Buenos Aires, jueves 15 de noviembre de 1810.
Habiéndome hecho cargo de todo, resolví entregarme a la marea de los acontecimientos, porque las empresas arduas siempre presentan grandes dificultades, y por consiguiente grandes remedios; pues huir cuando se va a dar la batalla, no sólo es cobardía sino aun traición; y en este estado me puse en manos de la Providencia a fin de que dirigiese mis conocimientos acerca de la causa más justa y más sana, pues si se malograse el fruto de mis intentos, la recompensa, creo, quedaría cifrada en la gloria de haberlos emprendido.” (30 de agosto de 1810).
Moreno, Mariano.
Plan Revolucionario de Operaciones. Buenos Aires, Plus Ultra, 1975.

La voz de Belgrano

El momento de trabajar por la patria
“Habiendo salido por algunos días al campo en el mes de mayo, me mandaron llamar mis amigos a Buenos Aires, diciéndome era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada: volví a presentarme y hacer cuanto estuviese a mis alcances, había llegado la noticia de la entrada de los franceses en Andalucía y la disolución de la Junta Central. (...) Muchas y vivas fueron entonces nuestras diligencias para reunir los ánimos, y proceder a quitar las autoridades, que no habían caducado (...) Era preciso corresponder a la confianza del pueblo y todo me contrajo al desempeño de esta obligación (...) el bien público estaba a todos instantes a mi vista”.
Manuel Belgrano.
Autobiografía. Buenos Aires, Eudeba, 1966.

Las cintas de French

“El domingo [20 de mayo] fue una diputación del Cabildo a manifestar al virrey que el pueblo estaba en fermentación y que habiendo cesado la Junta Central y no reconociendo legítimo el nombramiento del Consejo de Regencia que aquella hizo a efecto del tumulto de Sevilla, debía Su Excelencia renunciar el mando: en la misma noche llamó S.E. a los comandantes y todos le dijeron que no podían sostenerlo, a pesar de haberlo ofrecido y aun jurado. El lunes por la mañana pasó el Cabildo de oficio la misma nota al virrey pidiéndole permiso para celebrar un cabildo abierto, la que concedió diciendo que estaba pronto a abdicar con las protestas correspondientes, lo que le aprobó el acuerdo. La tarde del lunes se convocó al pueblo por esquelas para la mañana del siguiente día, y esta convocación se hizo de toda clase de sujetos, dejando el mayor número de los pudientes y condecorados y llamando el mayor número de los hijos del país y entre ellos muchos hijos de familia inhabilitados de votar en estas circunstancias (...) La mañana del lunes, French, Beruti (oficial de las cajas) y un Arzac que no es nada, fueron a la plaza como representantes del pueblo, y repartieron retratos de Fernando VII y unas cintas blancas que la tropa (esto es, los oficiales) traían en el sombrero y otros atadas en los ojales de la casaca que decían significaba la unión de europeos y patricios, pero yo a ningún europeo la he visto, y ayer ya había una cinta roja encima que me dicen que significa guerra, y la blanca paz para que se escoja (...)”
Carta de don Ramón Manuel de Pazos a Don Francisco Juanicó, desde Buenos Aires, 26 de mayo de 1810.

La Revolución según San Martín

“(...) Noticias contestes que he recibido de Cádiz e Inglaterra, aseguran que la pronta venida de la expedición de 16.000 hombres contra Buenos Aires: bien poco me importaría que fueran 20.000 con tal que estuviésemos unidos, pero en la situación actual ¿qué debemos prometernos? No puedo ni debo analizar las causas de esta guerra entre hermanos; y lo más sensible es, que siendo todos de iguales opiniones en sus principios, es decir de la emancipación e independencia de España; pero sean cuales fueren las causas creo que debemos cortar toda diferencia y dedicarnos a la destrucción de nuestros crueles enemigos los españoles... Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos todo, y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieran atacar nuestra libertad. No tengo más pretensiones que la felicidad de la patria. En el momento que ésta se vea libre, renunciaré al empleo que tenga para retirarme, teniendo el consuelo de ver a mis conciudadanos libres e independientes (...)”
Carta de San Martín a Artigas. En: Pérez, Joaquín, Artigas, San Martín y los proyectos monárquicos. Buenos Aires: Misión, 1979.

La revolución según Saavedra

Cuando las brevas estén maduras
“Los hijos de Buenos Aires con estos hechos ya querían se realizase la separación del mando de Cisneros, y se reasumiesen por los americanos. Se hicieron varias reuniones, se hablaba con calor de estos proyectos y se quería atropellar por todo. Yo, siempre, fui opositor a estas ideas. Toda mi resolución o dictamen era decirles: ‘Paisanos y señores, aún no es tiempo; (...) dejen que las brevas maduren y entonces las comeremos’. A la verdad, quién era en aquel tiempo el que no juzgase que Napoleón triunfaría y realizaría sus planes con la España? Esto era lo que yo esperaba muy en breve, la oportunidad o tiempo que creía conveniente para dar el grito de libertad en esas partes. Esta era la breva que decía era útil para esperar que madurase (...) Efectivamente así sucedió. El mismo Cisneros, el 18 de mayo del año 1810 anunció al público por su proclama, que sólo Cádiz y la isla de León se hallaban libres del yugo de Napoleón. Yo me hallaba ese día en el pueblo de San Isidro; don Juan José Viamonte, sargento mayor que era de mi cuerpo, me escribió diciendo era preciso regresase a la ciudad sin demora, porque había novedades; en consecuencia, así lo ejecuté. Cuando me presenté en su casa, encontré en ella una porción de oficiales y otros paisanos, cuyo saludo fue preguntándome: ‘¿Aún dirá usted que no es tiempo? (...)’. Entonces me pusieron en las manos la proclama de aquel día. Luego que la leí, les dije: ‘Señores, ahora digo que no es sólo tiempo, sino que no se debe perder una sola hora’. (...)”
Cornelio Saavedra.
Memoria Autógrafa. Buenos Aires: Eudeba, 1968.



Distintas visiones de la Revolución de Mayo
“En rigor, América debía obediencia al monarca y a sus herederos legítimos. Caducando cualquiera de ellos, correspondía al pueblo velar por su propia seguridad, como descendiente, que era, de los primeros conquistadores. La tesis de Mayo podemos definirla, (...) con esta consigna aceptada en Buenos Aires, por la Primera Junta en pleno: contra Napoleón -con o sin el Rey– pero sin el Consejo de Regencia”. El hondo motivo que separará a saavedristas y morenistas –en lucha (...) por el poder– no residió, como se ve, en la doctrina emancipadora de referencia. Aparte del jacobinismo terrorista puesto en práctica por los segundos, fue la utilitaria intervención de Gran Bretaña en los asuntos revolucionarios –requerida maquiavélicamente por Moreno y su equipo desde el gobierno– la verdadera causa de todos los males, desinteligencias y claudicaciones que siguieron después, en beneficio de la política portuguesa en el Plata.”
Ibarguren, Federico.
Así fue Mayo. Buenos Aires, Theoría, 1956.
“El nudo de la problemática que se planteaba a los patriotas argentinos de la primera década del siglo pasado residía en la actitud a adoptar frente a la potencia generadora de la primera revolución industrial, dueña de los mares y eje del expansivo mercado capitalista. ¿Podíamos oponerle nuestros atrasados modos de producción (...)? La respuesta era negativa (...) porque no teníamos solución a corto plazo. A largo plazo – con las perspectivas históricas de la burguesía de comienzos del siglo XIX – la solución estaba en crear, dentro de nuestra sociedad, las condiciones básicas del desarrollo del capitalismo, condiciones que únicamente se darían mediante la revolución que cambiara los modos de producción existentes, atrasados y fosilizados, lo que implicaba la aparición de nuevas clases sociales y relaciones entre ellas, la asimilación de la técnica, el crecimiento de la población, el despertar de inmensas fuerzas productivas, desarrollo del mercado interno, la agricultura y la industria modernas y, en fin, la construcción en plenitud de una sociedad capitalista”.
Puiggrós, Rodolfo.
Los caudillos de la Revolución de Mayo. Buenos Aires, Corregidor, 1971.
“He aquí, reducido a sus términos más sencillos, el debate que, tras apasionar a los que en él participaron, no ha dejado de apasionar a sucesivas generaciones de historiadores. Con razón sin duda: marca el punto de partida de la revolución que pondrá fin al dominio español. Pero no por eso ha de hallarse en ese debate la clave de la revolución que se avecina; esa revolución que quiere presentarse como la heredera legítima antes que como la destructora del viejo orden, no tendrá prisa en elaborar sistemáticos fundamentos teóricos para su acción innovadora: la crisis de la monarquía, la actualidad que ella devuelve a una herencia jurídico-ideológica nacida en el período anterior a los avances hacia el absolutismo y olvidada pero no abolida en tiempos más recientes, le otorgan los instrumentos necesarios para invocar una legitimidad que, aunque discutible es por el momento su arma más valiosa.”
Halperin Donghi, Tulio.
Historia Argentina. De la revolución de independencia a la confederación rosista. Buenos Aires, Paidós, 1972.
“Un par de décadas antes de la ruptura definitiva con España, el comienzo del derrumbe peninsular pareció abrir nuevas y magníficas perspectivas a una ciudad que aún conservaba todos los atributos delegados por el Imperio. El cortocircuito del comercio colonial, anunciado en 1791 y concretado definitivamente luego de Trafalgar, trajo grandes posibilidades a los comerciantes que, evadiendo el estrecho círculo del monopolio, abrían nuevas rutas. Dejaron así de ser consignatarios y ganaron su autonomía, armando sus barcos, estableciendo sus rutas, formando sus pilotos y hasta creando su propia compañía de seguros. Fueron los años de las ilusiones, de las grandes expectativas: Buenos Aires dueña indiscutida su hinterland, comercial y administrativo a la vez, parecía poder prescindir de su metrópolis (...). Luego de 1810, el desengaño fue rápido y no sólo porque la instalación de los comerciantes ingleses y su rápido triunfo sobre los criollos señaló la presencia de una nueva y duradera metrópolis. También la autoridad delegada que tenía Buenos Aires fue cuestionada y la ‘hermana mayor’ fue desobedecida.”
Romero, Luis Alberto.
“En los orígenes de las guerras civiles” en: Revista Todo e



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